lunes, 20 de junio de 2011

antropologia de la religion

 FENOMENOS D ELA RELIGION

A partir de la definición de un concepto ha de tenerse en cuenta que se ha llegado a dicha definición partiendo de innumerables datos y casos particulares. Aun teniendo el defecto de incluir en la misma la visión o interpretación de quien estudia los datos, la definición como punto de partida para una explicación constituye la segunda parte de un proceso inductivo-deductivo.
La religión, por su universalidad y evolución a través de los tiempos y culturas, es un concepto de muy difícil definición. Se puede decir que hay tantas definiciones como estudiosos del fenómeno religioso. Pero podemos agruparlas en tres categorías: históricas, teológico-filosóficas y antropológicas.
En el primer grupo tenemos interpretaciones de la religión como explicación racional de los misterios de la naturaleza, es la religión animista, también se ha visto en lo religioso una forma de controlar los fenómenos a través de la magia, o como respuesta a los sentimientos de soledad ante los fenómenos de la naturaleza o el misterio de la muerte.Durkheim concibe la religión como inseparable de la organización social –totemismo-. Cada época o entorno sociocultural hace un enfoque conceptual diferente del término religión. Para la cultura occidental hay religiones primitivas o politeístas y religiones monoteístas o “de libro”, por alusión a que se ha recogido en escrituras los dogmas de fe y de la moral.
Entre las definiciones teológico-filosóficas tenemos a una larga lista de filósofos, teólogos y estudiosos que enfocan la religión de forma esencialista. Tratan de definir lo religioso por su contenido, sus dogmas. La religión como sistema de creencias. Pero este tipo de definición al no llegar a explicar conceptos como lo sagrado, el misterio o lo absoluto dejan la puerta abierta a otro tipo de explicaciones.
Las definiciones antropológicas son funcionalistas, se fijan en la acción, la estructura social y los aspectos pragmáticos. Frente al esencialismo de lo sagrado y lo profano como explicación del mundo, se oponen la interpretación de las creencias y ritos como elementos activos de control, o la religión como una estructura social.
En los pueblos primitivos, la religión constituye el principal entramado social que brinda estabilidad y afán de supervivencia al grupo a través del mito. Estos grupos se sienten descendientes de un dios, semidiós o héroe y con un cometido místico (ritos). En las sociedades modernas, la religión ha perdido importancia en estas funciones. Ya no representa la única forma de moral, al desarrollarse el Derecho; y las instituciones del Estado desempeñan gran parte de las funciones que tradicionalmente venía realizando la religión.
Las funciones más elementales de la vida religiosa se pueden resumir en estas:
  • Cosmovisión o interpretación del mundo: origen, sentido, destino, salvación…
  • Estabilidad social, dirigida al grupo como tal, a través de la sacralización de la familia y el trabajo, de la moral y la autoridad, instituciones, ritos de paso y de sacrificio, etc.
  • Función económica y de control. Aparición del capitalismo.
  • Función psicológica, de estabilidad emocional, dirigida al individuo: sentido a la vida, salvación individual mediante la gracia, integración en la comunidad celeste mediante la salvación.
En la definición nominal tampoco hay acuerdo entre los estudiosos de este campo. Unos la hacen derivar de la palabra latina religere en el sentido de preocupación, de prestar atención, de práctica intimista; del término relegere como actividad social y legal perteneciente a lo público y a la esfera del Estado;y de religere como atadura y unión con lo divino a través de la moral (S. Agustín).

Breves notas sobre la evolución del concepto de religión

El mundo romano concibe la devoción a los dioses como un sistema de prestación-contraprestación, como un culto público y privado. Por eso, la relación legal con los dioses dará una gran relevancia al derecho en la teología escolástica medieval. En la evolución de la religión romana se observan tres etapas claras:
  1. Periódico itálico, en el que predominan las divinidades indígenas.
  2. Periodo helénico. Tras el contacto con el mundo helenístico, el espíritu de piedad ingenua da paso a una religiosidad filosófica y formal.
  3. Periodo oriental en el que se busca la felicidad y una vida eterna segura a través de ritos mistéricos: Dioniso, Démeter, Cibeles, Isis, Osiris y Mitra, entre otros.[8]
En el mundo medieval conviven los restos de la religiosidad romana bajo la forma de elementos mágicos: pócimas, conjuros, encantamientos, etc., con la religiosidad cristiana que va haciendo calar su pensamiento religiosos en las nuevas sociedades recién cristianizadas. De aquí surge el fenómeno de la religiosidad popular en contraposición al de religiosidad oficial.
Durante el Renacimiento se inicia la separación entre teología y religión. Al ponerse de moda la mitología clásica aparece un elemento de referencia frente al absolutismo teológico medieval. G. Boccaccio escribe una Genealogía de los dioses (1360).
La ilustración someterá a la religión a los “límites de la razón” (Kant). Se traducen textos religiosos de otras culturas, aparece el deísmo, los diccionarios enciclopédicos, la crítica a los textos bíblicos, se combate la superstición y se ataca el poder de la Iglesia. La filosofía empirista (Hume) pondrá en duda los principios de la filosofía tradicional como el de la causalidad.
La interpretación de la religión toma un rumbo inesperado en el s. XIX con los trabajos de Comte, Darwin y Freud. Éste último considera el concepto de Dios como la máxima creación cultural por dotar a la Humanidad de un padre que ha de emparejarse de forma natural con la madre-tierra;[9]

Enfoques conceptual y funcionalista (qué es y para qué)

Las interpretaciones clásicas de lo que es religión hacen hincapié en los conceptos esenciales –visiones esencialistas- del fenómeno religioso: lo divino o sagrado, el misterio, la fuerza vital, el Tao, el mana, etc. Todas estas definiciones o interpretaciones del hecho religioso descansan en dos conceptos generales aceptados por los representantes de este enfoque sustantivista: las creencias y los rituales. Es decir, que los hechos religiosos que adolecen de alguno de estos dos elementos no deberían incluirse en la categoría de fenómeno religioso. Un sistema de creencias sin una estructura ritual no es propiamente un fenómeno religioso. Y, así mismo, una acción ritualizada que no va dirigida a algún tipo de entidad suprahumana no es un rito en el sentido religioso. Por ejemplo: fumar, las diferentes formas de protocolo, las costumbres sociales, algunas prácticas y técnicas yóguicas. ¿Es posible hablar de una sacralidad sin Dios como se ha interpretado el budismo?.[10] ¿Estarían algunas prácticas budistas en el límite del concepto de religión?
Por todo ello, es necesario acotar el término religión para no acabar incluyendo en esta categoría los fenómenos psicológicos, mágicos o actuaciones terapéuticas. Sería un error epistemológico considerar la acupuntura, el tai-chi, el Logos griego o el Ser parmenídeo como conceptos religiosos aunque coincidan sus atributos con algunos de los asignados al dios cristiano; o al Dalai Lama como el Hijo de Dios cristiano, o a la Ilíada y la Odisea como libros sagrados a pesar de su alto contenido religioso, o a algunos filósofos griegos como creadores de sectas religiosas.
El principal escollo con que se encuentra este enfoque esencialista o conceptual del hecho religioso es que no se puede definir con claridad términos como divinidad, lo sagrado, el misterio o el más allá. De esta forma nos encontramos de vuelta al comienzo de la investigación: cómo definimos lo esencial del fenómeno religioso para saber si una acción es religiosa o no.
Las interpretaciones funcionalistas no se preguntan “qué es lo religioso” sino el “para qué”, cuál es el objetivo del hecho religioso. El principio darvinista de que la función crea el órgano, hace preguntarse a los sociólogos de la religión si la finalidad no estará en el comienzo del proceso religioso. Si existe una necesidad de explicación del mundo, del más allá, surgirá la respuesta cultural idónea a esa inquietud básica.;[11] viene a decir que la integración es la función de la religión y, al revés, siempre que ocurra algún tipo de integración nos hallamos ante un fenómeno religioso. En el mismo sentido van las opiniones de Talcott Parsons, C. Geertz, Malinovski, entre otros funcionalistas. Si hablamos de integración del individuo en una sociedad atemporal o extramundana tendría pleno sentido aplicarle el término religioso. Pero si lo aplicamos a los actos de integración social, entonces deberíamos incluir en lo religioso a los ateos y a toda acción social. El concepto de religión se vuelve inflacionista y llegaría a identificarse con sociedad. Algunas formas religiosas sitúan muy próximos el Estado / grupo y lo sagrado (totemismo y religión romana, por ejemplo) ya que consideran al grupo –no a los individuos- heredero del carisma de sus dioses.
Sería el caso de los líderes religiosos que, al prometer la salvación o un paraíso celeste, quedarían incluidos en la categoría de “religiosos”; a pesar de que en la definición conceptualista no lo serían por carecer de rituales y muchas veces de creencias ya que basan toda su actividad espiritual en su propio carisma. Los líderes religiosos cuanto más carismáticos son, menos utilización hacen de los recursos del ritual y de las creencias. Deberían considerarse religiosos en el sentido funcionalista, por ofrecer una salvación ultraterrena a sus seguidores. Estas soluciones salvíficas quedarán plasmadas más tarde en forma textual y de rituales evocativos de las acciones y milagros del líder. Así pues, la religión está en germen en los movimientos carismáticos, y en pleno desarrollo al fijarse el dogma y creencias en forma de texto normativo.

Etnocentrismo en la teoría social de la religión

Cuando se recurre a una definición lo que se busca es acotar y limitar el terreno a base de conceptos claros y distintos como diría Descartes. Una definición funcionalista es maximalista al considerar la teoría de la religión como una parte de la teoría social. La religión se convierte así en algo práctico. Si tomamos una definición muy general de lo religioso, caemos en el error de considerar religioso cualquier fenómeno de carácter espiritual o terapéutico como ocurrió con la acupuntura o como algunos artistas que atribuyen su genialidad a una influencia divina. Si adoptamos una definición partiendo del estudio de grupos pequeños o de comunidades que no representan a la mayoría del grupo social, no conseguiremos una visión completa del fenómeno religioso. El trabajo de campo debe hacerse sobre todo el grupo social considerando tanto los grupos mayoritarios como las minorías y la evolución –diacronía- de las ideas religiosas en paralelo a los cambios sociales.
Pero el problema más grave para una teoría social de la religión no es la amplitud del campo a observar sino el punto de partida. Se ha elaborado una teoría de la religión partiendo de una religión dada: el cristianismo, y en una sociedad dada, la occidental. Este punto de partida defectuoso está condicionando en gran medida una interpretación neutra del fenómeno religioso como vemos actualmente con la categorización de sectas que se aplica a todo movimiento religioso que disienta de la ortodoxia cristiana.
El concepto de religión surge como una generalización y exportación de rasgos del cristianismo occidental a otros fenómenos espirituales y sociales similares en otras sociedades, lo que lleva consigo el prejuicio etnocentrista típico de los comienzos de la antropología como ciencia social. De esta forma, no se concibe una definición de religión que no incluya al cristianismo. Cristianismo y occidente son conceptos inseparables. Al aplicar el concepto occidental de religiosidad a las estructuras sociales de pueblos primitivos o de oriente entramos en la paradoja de que la religiosidad oriental, confucionismo, budismo, hinduismo, jainismo y sinto, no constituyen propiamente religiones sino sistemas morales, sabiduría sobre la vida y técnicas de interiorización.; Todo concepto de religión debe al menos cumplir el requisito de englobar las formas religiosas de oriente y de occidente.;
Los principales conceptos para el estudio de la fenomenología de la religión como iglesia, secta, religiosidad popular frente a religiosidad oficial, líder carismático (mesianismo), práctica simbólica (ritos), ideología religiosa (dogmas), proceden de una experiencia histórica determinada, de una tradición cristiana y no son exportables a otras formas de religiosidad o de espiritualidad. Para hacer una aproximación neutra a la religiosidad primitiva o al pensamiento oriental deben entenderse estos conceptos dentro del contexto de la cultura social del grupo al que pertenecen. La generalización, en un tema tan complejo como este, es el mayor enemigo de esa veracidad a la que debe aspirar cualquier estudioso del fenómeno religioso. Así por ejemplo, los conceptos de mana, magia, chi, energía universal o maestro no coinciden con sus homólogos occidentales de divinidad, oración, Dios o Hijo de Dios. La idea mesiánica que encierra el concepto de Hijo de Dios, como salvador único o renovador del orden establecido nos llega a través del judaísmo. No se puede aplicar este concepto a la idea que en oriente se tiene del maestro espiritual o del mahatma.
como modo de aternativa al etnocentrismo la vemos en; cuando separa lenguaje religioso del lenguaje teológico. Téngase en cuenta que el lenguaje religioso es la manifestación simbólica de una ideología religiosa. Cuando se toma una palabra (=concepto) del lenguaje de la vida cotidiana y se aplica a un concepto teológico, debe tenerse en cuenta que le hemos dado una carga semántica extra. La religión, separada así de la teología con la que nada tiene que ver, permite acercarnos al fenómeno religioso desde un planteamiento neutro. La teología es un discurso sobre Dios, mientras que la religión es una actitud, una creencia, una oración. Un teólogo es un gramático del lenguaje religioso. Las metafísicas sirven de mucho pero no dicen nada.; El lenguaje de la teología sin la experiencia de lo religioso se vuelve vacío.
Otro intento de los estudiosos empiristas del fenómeno religioso por encontrar un concepto religioso que incluya Oriente y Occidente es reducir el concepto de religión a un comportamiento moral en el sentido de estilo de vida o de comportamiento ético Otros autores reducen lo religioso a la función psicológica de los mitos incluyendo la religión en el campo emocional.
Ya que resulta tan difícil definir lo que se entiende por religión sería mejor prescindir de este término y referirse a lo religioso como “fenomenología de la religión” o “fenómeno religioso”.




FENOMENOS DE LA SECTA
El término proviene del latín seqüi: seguir, y se aplicaba a las escuelas de filosofía (de donde viene sectátor y sectatorios: ‘adherente’, ‘seguidor’). Se han planteado dudas sobre si proviene del latín secare (‘cortar, separar’). De secare provienen las palabras «insecto» y «sector». En ambos casos está presente la idea de separación.
En Europa la palabra «secta» se ha concebido derivada principalmente de seqüi (‘seguir’). Se trata de seguir a un maestro, a un líder. En muchas sectas así sucede.
También se usa el eufemismo «nuevos movimientos religiosos». El problema de la terminología es importante, ya que desde distintas áreas del pensamiento y de la ciencia se ofrecen diversas definiciones. El experto Vicente Jara ha recopilado más de 15 definiciones antes de proponer una propia: la secta es «un grupo social depredador que practica el mimetismo y el señuelo».[2]
Los sociólogos anglohablantes utilizan la palabra sect (‘credo’, ‘culto’ o incluso ‘secta’ en su acepción menos usada) para referirse a un grupo religioso que también tiene un alto grado de tensión con la sociedad circundante, pero cuya creencia es, dentro del contexto de esa sociedad, en gran parte tradicional. El término peyorativo cult, equivalente a la palabra española «secta» en su acepción más común, indica el grupo que tiene un alto grado de tensión con la sociedad circundante.

[editar] Historia

En el mundo antiguo se consideraban a los «sectarios» como personas que seguían las enseñanzas de un filósofo.[3] Los primeros cristianos fueron llamados «secta de los nazarenos», en medios del judaísmo.
San Pablo utiliza la palabra hairesis (αἵρεσις, ‘búsqueda tardía’, ‘escuela filosófica’, ‘secta’) en sus cartas sobre las divisiones dentro de la comunidad (por ejemplo, 1 Co 11,19). Veía estas divisiones bajo una luz negativa, sin determinar cuál de ellas era más correcta.
En la Iglesia primitiva se usó cada vez más el término hairesis para referirse a las desviaciones de comunidades cristianas de la comunión completa, y a principios del siglo V se consideraron en la Iglesia Occidental como herejías, falsas doctrinas.
Esta idea fue apoyada por la Iglesia católica de la Edad Media, al calificar como «secta luterana» a los protestantes, definición mantenida en ciertos textos hasta el siglo XX.

[editar] Uso actual del término

[editar] Uso en el lenguaje

En el uso popular a menudo se consideran sectas a organizaciones religiosas a las que se ve como potencialmente peligrosas o problemáticas, o bien alejadas de la ortodoxia teológica, como «herejías». Esto incluye a muchas de las actuales comunidades cristianas de las tradicionales, así como a nuevos grupos, en particular los surgidos a partir de la segunda mitad del siglo XX. En las décadas de 1970 y 80 se consideraban las sectas como una «religión de jóvenes», ya que inicialmente muchos se afiliaron a distintas sectas, siguiendo el ejemplo de personajes populares. «Secta» se utiliza hoy en día de manera peyorativa, y hay quien lo considera un grito de batalla.[4] A menudo se acusa que algunas de las llamadas sectas lo fueron principalmente por motivos económicos, que se convirtieron en comunidades religiosas para conseguir la protección especial del Estado, mayores libertades y derechos, así como para disfrutar de exención de impuestos. El ejemplo más conocido es la cienciología, que originalmente era un movimiento laico.

[editar] Controversias

El tema de las sectas ha provocado controversia en repetidas ocasiones. Hay dos campos opuestos: por un lado, sobre la base de la libertad religiosa y la condena de las restricciones a los grupos religiosos, representantes de las minorías religiosas y filosóficas, grupos defensores de la libertad religiosa, académicos estudiosos de la religión, algunos sociólogos y abogados. Por otro lado, quienes condenan enérgicamente a ciertos grupos religiosos debido a que limitan la libertad de las personas, incluidos los representantes de las principales iglesias, funcionarios de agencias estatales, y las iniciativas creadas por familiares, antiguos miembros, psicólogos, sociólogos, científicos, políticos y abogados.
En concreto, las controversias giran en torno a menudo sobre sospechosas o reales:
  • Restricciones a la libertad de culto religioso de grupos marginales, por las críticas de sus prácticas y las medidas tomadas para aplicar la ley.
  • Restricciones a la libertad religiosa reconocida legalmente.
  • Restricciones a la libertad de expresión de los miembros del grupo.
  • Restricciones a la libre circulación de los miembros del grupo.
  • Explotación económica de los miembros por las largas horas de trabajo y salario mínimo, por casos de explotación sexual o abuso sexual de niños, niñas y adolescentes por los miembros del grupo.
  • Violaciones, por el grupo, de los derechos humanos.
  • Culto al líder del grupo.
  • Conflictos familiares, particularmente en las familias donde uno de los padres ha abandonado el grupo y los niños continúan en él.
  • Imposibilidad de los niños accedan a la educación, atención médica, y visitar a miembros de la familia fuera del grupo.

 


HECHISERIA Y MAGIA


Magia y hechicería: acciones por la que "se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo  -aunque sea para procurar la salud-, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios". -Catecismo de la Iglesia Católica 2117
La hechicería es practicada por algunas sectas, como también por personas sin religión específica, nueva era, etc.
Isaías advierte:
Vendrá sobre ti una desgracia que no sabrás conjurar; caerá sobre ti un desastre que no podrás evitar.
Vendrá sobre ti súbitamente una devastación que no sospechas.  ¡Quédate, pues, con tus sortilegios
y tus muchas hechicerías con que te fatigas desde tu juventud! ¿Te podrán servir de algo?
¿Acaso harás temblar? Te has cansado de tus planes. Que se presenten, pues, y que te salven
los que describen los cielos, los que observan las estrellas y hacen saber, en cada mes,
lo que te sucederá.

Mira, ellos serán como tamo que el fuego quemará. No librarán sus vidas del poder de las llamas.
No serán brasas para el pan ni llama ante la cual sentarse. Eso serán para ti tus hechiceros por los que te has fatigado desde tu juventud. Cada uno errará por su camino, y no habrá quien te salve. -Isaías 47,11-15







BRUJERIA

Brujería es el conjunto de creencias, conocimientos prácticos y actividades atribuidos a ciertas personas llamadas brujas (existe también la forma masculina, brujos, aunque es menos frecuente) que están supuestamente dotadas de ciertas habilidades mágicas que emplean con la finalidad de causar daño.[1]
La creencia en la brujería es común en numerosas culturas desde la más remota antigüedad, y las interpretaciones del fenómeno varían significativamente de una cultura a otra. En el Occidente cristiano, la brujería se ha relacionado frecuentemente con la creencia en el Diablo, especialmente durante la Edad Moderna, en que se desató en Europa una obsesión por la brujería que desembocó en numerosos procesos y ejecuciones de brujas (lo que se denomina "caza de brujas"). Algunas teorías[2] relacionan la brujería europea con antiguas religiones paganas de la fertilidad, aunque ninguna de ellas ha podido ser demostrada. Las brujas tienen una gran importancia en el folclore de muchas culturas, y forman parte de la cultura popular.
Si bien éste es el concepto más frecuente del término "bruja", desde el siglo XX el término ha sido reivindicado por sectas ocultistas y religiones neopaganas, como la Wicca, para designar a todas aquellas personas que practican cierto tipo de magia, sea esta maléfica (magia negra) o benéfica (magia blanca), o bien a los adeptos de una determinada religión.
Un uso más extenso del término se emplea para designar, en determinadas sociedades, a los magos o chamanes.




 

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